Alaska, la última frontera.

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Texto y fotografía: Carolina G. Cortés.

Cierra los ojos y piensa en una aventura en Alaska. ¿Puedes ver un clima con temperaturas bajo cero, nieve y témpanos? Si lo hiciste, vamos por buen camino; sin embargo, eso es sólo una parte de lo que Alaska tiene para ofrecer a los aventureros.

Alaska es uno de los territorios más vastos, libres y todavía salvajes de la tierra. Una aventura en Alaska no es para aquellos que prefieren broncearse en una playa tomando margaritas.

Si tú eres como yo y prefieres una aventura que no olvidarás el resto de tu vida, entonces este artículo es para ti.

Después de todos los preparativos, viajamos a Alaska, la última frontera, y nos dirigimos a su costa sur, al pueblo costero de Whittier, donde comenzamos nuestra expedición en kayac. La predicción del clima de la marina nacional para ese día incluía olas de dos a tres metros con viento de 35 nudos.

No eran las condiciones ideales para navegar, pero este clima es común en esa zona. Luego de un viaje de 30 minutos para alejarnos del pueblo, el capitán del barco, en el que cargamos todos los kayacs y equipo, nos dejó en la boca de unos de los lugares más espectaculares del mundo: Prince William Sound.

Ese día montamos el campamento después de las primeras clases del curso que impartimos. ¿Cómo instalo la tienda de campaña?, ¿cómo preparo mi comida?, ¿dónde hay un baño? y tengo frío, eran las interrogantes y comentarios más comunes entre los estudiantes. Todo era nuevo para ellos, sin embargo, tenían la energía y esperanza de convertirse en campistas profesionales. Después de una cena digna de reyes (cuando se está acampando, toda comida es deliciosa), nos fuimos a dormir mientras la lluvia comenzaba a caer.

En la madrugada, uno de mis compañeros instructores comenzó a roncar e hizo un ruido muy fuerte y profundo. Rápidamente, otro de los instructores saltó de su bolsa de dormir, tomó sin pensar el rociador de pimienta contra osos y dijo: “¡Vete de aquí!”. “No te preocupes Gene, es Alex que está roncando”, le expliqué. Yo quedé impresionada con su vertiginosa reacción y lo identifiqué como el instructor que mantendría a los osos alejados por el resto de la expedición. Todos comenzamos a reír y regresamos a nuestras bolsas de dormir.

Nos levantamos temprano y organizamos las actividades del día: prácticas de salidas del kayac, rescates básicos, agarre de remo, técnicas de remada, etcétera. Pasamos todo el día con los preparativos para nuestra larga travesía. Fue un día difícil y ninguno de los estudiantes encontraba placentero tener que voltear su kayac en aguas con temperatura de -10 0C, sólo para practicar técnicas de rescate. Con termos, juegos, chocolate caliente y mucha disposición, salimos de esta situación.

Uno de los objetivos de la expedición era remar cerca de 350 km para cruzar, de oeste a este, del poblado de Whittier a otro pueblo llamado Valdez. Remar esta cantidad de kilómetros suena como una desgracia para nuestros brazos, pero contrariamente a la creencia popular, remar en kayac no requiere una fuerza tremenda en los brazos. El abdomen y la espalda baja tienen grupos de músculos mucho más grandes y una técnica correcta emplea todos estos músculos para remar.

En el primer tramo de nuestra ruta, la expedición exploró una de las zonas más remotas de Prince William Sound: un glaciar en el norte de esta área llamado Roaring. Después de remar casi 68 km, tuvimos la vista más impresionante de la expedición, y para muchos la más bella de toda su vida: una pequeña bahía rodeada de glaciares, cascadas y montañas. Por la tarde, montamos el campamento a 1.5 km de este glaciar y cerca de otro glaciar colgante. Al día siguiente, remamos 15 minutos para acercarnos más a Roaring; estábamos tan cerca del glaciar que, cada vez que un pedazo de hielo se desprendía, las olas inmediatamente llegaban a nuestras embarcaciones y las hacían mecerse.

Alaska es uno de los estados de la Unión Americana que cuenta con recursos petroleros, por lo tanto, es común ver contenedores gigantescos de petróleo viajando hacia el sur del continente. En 1989, Prince William Sound sufrió uno de los derrames petroleros más grandes de la historia: el contenedor Exxon Valdez encalló y derramó 41 millones de litros de crudo. Después de 20 años de este trágico acontecimiento, el frágil y precioso ecosistema se vuelve a llenar de vida salvaje; los paisajes virginales y el medio ambiente cristalino vuelven a brotar.

Días después, vimos exhalaciones de ballena como a 8 km de distancia; mientras remábamos en esa dirección, cuatro ballenas asesinas jugaban y nadaban hacia las embarcaciones. Salieron a la superficie en ambos lados de nuestra flota de kayacs y pasaron casi a 40 m de nosotros. Sin detenerse, cubrieron otros 20 km hasta desaparecer de nuestra vista. Éstos son tremendos animales, muy intimidantes en su hábitat natural, pero me dio gusto verlos desde mi kayac.

Los alumnos comenzaron a cambiar de carácter, al cocinar, acampar, navegar, cuidar el medio ambiente, utilizar técnicas de kayac, remar por periodos de hasta 11 horas cada día en climas extremos; reír, dirigir a compañeros, jugar, ser un miembro digno del grupo y analizar los riesgos de la expedición. Ellos, poco a poco, tomaron el papel de líderes en la expedición.

Esta experiencia preparó a los alumnos, sin que ellos se dieran cuenta, para organizar y dirigir sus propias expediciones.